jueves, 31 de octubre de 2013

5 cosas que hacer antes de salir a correr

Pues sí, dado que esto de las listas se ha puesto de moda, ya me iba tocando hacer una. Pero tranquilos, no esperéis nada del otro jueves. Por otro lado, a lo mejor algún día debería plantearme añadir contenido enjundioso a esto del blog. En fin, todo se andará. De momento ahí va mi primera lista. como veis, amenazo con continuar.
1-      ¿Has comprobado el tiempo? Sí, cuando venías de trabajar hacía biruji, pero ¿era el suficiente como para ponerte la chaqueta que te comprase para correr en el Himalaya? Procura salir algo fresco, que luego lo agradecerás. Y si ves congelarse la moquilla a los perros de la calle, abrígate, hombre, abrígate. 
 
2-      Dedica unos momentos a atarte correctamente los cordones de las zapatillas, que luego hay que pararse en medio del parque, y, si los compañeros te esperan, como mínimo te van a poner mala cara. Esto vale también para atarte los pantalones o las mallas, asegurarte de que no se te cae el pulsómetro… 
 
3-      Si eres de los que te rozas, plantéate untarte bien de vaselina, pies, pezones, ingles... en fin, cada uno sabe dónde le escuece. Que sí, que la vaselina mancha tu camiseta preferida, esa que te costó una pasta por ser de marca, pero ojo, la sangre también (y el sudor). 
 
4-      Calienta. Si no quieres hacerlo antes de salir, por lo menos dedica un rato de tu entrenamiento a ir algo más suave. Y más con frio. Un poco por lo menos. Que luego te rompes, y tienes que estar tres meses sin correr. 

 
5-      Asegúrate de poder volver. ¿Has dejado tranquila a la prole? ¿Has preguntado a tu mujer “Qué te pasa” y te ha dicho “Nada, nada…”? Piénsatelo antes de salir, que sudado se duerme muy mal en los bancos de la calle, y más si no estás acostumbrado.
 
Y, sobre todo, disfruta.

miércoles, 30 de octubre de 2013

El gusanillo

Si algo bueno tiene esto del running es que no tiene límites. Cualquiera, o casi cualquiera, con una condición física medianamente aceptable, puede practicarlo. Más o menos rápido, más o menos distancia, eso da igual. Lo importante son las ganas y el pasárselo bien. (Eso sí, si te lo vas a tomar un poquito en serio, hazte una prueba de esfuerzo, que no te cuesta nada y te puede ahorrar algún disgusto).
Esto también tiene su parte mala. Igual que no tiene límites por abajo, tampoco los tiene por encima. Es decir, no pasa como con otro tipo de deportes, que sabes cuándo acabas, y entrenas para acabar lo mejor posible. Esto es entrenamiento en sí, y lo puedes hacer tan duro como tú quieras. De hecho, cualquiera que practique otro deporte medianamente en serio, habrá pasado por el trámite de calzarse unas zapatillas.
Y en cuanto a las carreras…otro tanto. Desde cien metros a auténticas salvajadas, distancias siderales que no me atrevo siquiera a plantearme. Y además, te vas picando.
¿Yo? ¿Correr diez kilómetros? Tú estás sonao.
Y de repente te ves, no solamente corriéndolos, sino preparándote para la media de tu ciudad. Y de ahí…al infinito. Y eso con las distancias. ¿Y con los tiempos? Tú, que en un principio lo único que querías era bajar chichas, te ves intentando correr cada día un segundo más rápido, y te empiezan a sonar palabras en arameo, tales como “Fartleck”, “Series”, “Entrenamiento cruzado”…
Y, la verdad es que todo eso está bien, todo el mundo quiere progresar en su trabajo, en sus aficiones, en ganar al vecino del quinto. Pero, por favor, no olvides lo principal.
Sal con ganas. Disfruta. Es una afición, no una carga. Si no lo sientes así, afloja. Que no somos profesionales de esto. Lo demás, es secundario. Si no, te encontrarás un día en tu sillón, pensando qué pasó, por qué lo dejaste. Y sería una lástima.

martes, 29 de octubre de 2013

Esos dichosos quince minutos


Practicar nuestro deporte favorito sería mucho más sencillo si lo fuese las 24 horas del día.
Me explico:
Siempre estás deseando correr, salvo en un intervalo de unos quince minutos, que son siempre los previos a tu salida programada. No sé, será cuestión de poco habituamiento, pero el caso es que cuando estás calzándote los trastos, te entra una pereza que no es ni medio normal. Es un poco lo que ocurre en las competiciones de otro tipo de deportes que he practicado. Apetecen, pero, justo cuando vas a empezar, se quitan las ganas. Aunque en este caso no es pereza, sino nervios.

Deseas salir al parque cuando estás trabajando, cuando estás de paseo y cuando estás comiendo. En todo momento (o casi todo, que afortunadamente, en esta vida hay cosas mejores que moler arena con tus zapatillas). En casi todo momento menos cuando toca.
O lo mismo me pasa a mí solo, no sé. En ese caso, si esto no te afecta sáltate el post. Tú estás vacunado ya. Si no es así, os trato de dar mi receta.
Imagino que cada cual tendrá la suya, pero lo que es a mí, solamente me funciona esto: O bien he quedado con gente, y uno es de natural educado y no le gusta quedar mal…o bien te picas. Con ellos o contigo mismo, da igual. El caso es que tu nivel de competitividad supere la pereza. Total, cuando ya hayas salido y la competitividad se rinda al cansancio, la pereza hace tiempo que se habrá esfumado.
Y si sales tú solo…pues aprovecha y adelanta la salida, y ese mal rato que te ahorras. Cuanto menos se piense, mejor.
El caso es obviar esos quince minutillos de pereza, y dar los tres primeros pasos. Que luego se disfruta, hombre.

lunes, 28 de octubre de 2013

Una pequeña historia


Parece que lleve toda la vida. El sudor corre por la espalda, empapa los hombros. La sal hace costra en su cara. Corre. Intenta no pensarlo. Lleva…¿Cuánto lleva?. Es indiferente. El tiempo es un concepto que no existe, algo abstracto, irracional.
Cae. Otra vez. Las piernas escasamente le sostienen, pero se incorpora. No hay opción. Ni siquiera se mira el corte que se ha hecho contra las piedras. Pero lo siente.
Levanta la cabeza. Intenta no hacerlo demasiado, lo justo para ver los próximos metros. Sin embargo, su cuerpo le traiciona y mira mas allá. Demasiado. No lo conseguirá. El camino es inabarcable, eterno. La última vez que levantó la vista intuyó un paisaje similar. Lunar. Quebradas, barrancos. Y la misma distancia hasta la cima.
Le molesta un tobillo. No. Le duele. Le duele horriblemente.
Se lo quita de la cabeza. Sabe que así no adelanta nada . Sigue. Un paso. Dos.
Poco a poco va dejando atrás el desfiladero por el que, muy por debajo, fluye el rio. Al siguiente recodo lo perderá de vista. El pensamiento no le alegra. Ha sido su fiel compañero durante lo que ahora parece una vida. Sin embargo, es bueno. Queda menos hacia la cima.
No. No piensa siquiera en ella. Queda demasiado. Al fondo se percibe el rumor de sus perseguidores.  Suenan enteros. Uniformes. Sin embargo él se nota vencido, agotado después de esta jornada.
Agarra el bidón. Con rabia. Bebe el último sorbo, y lo arroja. El agua le conforta, y parece que aligera un poco el ritmo. Sabe que es temporal, pero, de momento es todo lo que necesita.
Son una jauría. Le persiguen, como lobos hambrientos tras su presa. Y no se va a dejar alcanzar tan fácilmente. Si cae, lo hará luchando. Como siempre.
Así, súbitamente, llega al recodo del camino. Lo bordea, y el rio desaparece. Aprovecha el brusco ángulo, y se permite una mirada. Ahí están. Aun les saca algo de distancia, pero sabe que a este ritmo no será suficiente. Intenta acelerar, a pesar de la protesta de todo su cuerpo. Es necesario.
Poco a poco avanza, y parece que puede sostener este ritmo, un poco más exigente. Intuye que han dejado de recortarle terreno. Sonríe. Aún no han podido doblegarle.
El tiempo es el compás de espera entre dos de sus zancadas. Lo siente variable. Depende de su mente. En este momento pasa raudo, pero es consciente de que, en cuanto vuelva a sentir dolores se paralizará, cada segundo un mundo. Así pues, aprovecha. Endereza el cuerpo, y, con la moral renovada, enfila la última cuesta hacia la cima.
Ya puede verla. La sabe a su alcance, y eso hace que todo vuelva a adquirir perspectiva. El tiempo y el espacio vuelven a su ser, y, lo que es mejor, sabe que los ha dejado, una vez mas, atrás.
Dudas, miedos, frustraciones.

 A sus límites

viernes, 25 de octubre de 2013

Tiempo de setas

Noviembre.
Tiempo de frío, de lluvia…y de setas.
Tiempo de seguir corriendo por los parques (en mi ciudad)  y de sustituir las (escasas) tardes de trote pueblerino por unas provechosas tardes en busca del hongo perdido. Que están muy ricos, hombre…
Lo ideal sería sacar tiempo para las dos aficiones, compaginarlas, pues correr por caminos alegra la vista, pero en caso de tener que elegir, lo siento, ganan las setas. Además, en esta época del año, los caminos se embarran, y es preferible sacar las botas y el gore-tex que las zapatillas y el pulsómetro.
En mi caso, temo que principalmente se trate de parasoles  y níscalos acompañados por diversos tipos de champiñones y algún boleto que otro, que ya me gustaría a mí cambiar los porcentajes. No es poca cosa, pues lo cierto es que todas están estupendas, pero si por alguna siento debilidad, es por mis amados boletos, en cualquiera de sus variedades.
 
El caso es que en este puente que se acerca, trataré, por todos los medios a mi alcance,  de pasar unas cuantas horas recolectando setas, una afición (esta sí), compartida por el resto de mi familia, aunque haya que dar al heredero un cuchillo de plástico. Cuantas más, mejor. Hay que hacer acopio para el resto del año, en el que ya escasean, y además es la oportunidad ideal para pasear sin prisa, y levantar la vista de vez en cuando para admirar el paisaje.
Merece la pena. Otoño tiene colores, contrastes. Marrones y verdes apagados, ruido de hojas secas y olor a leña y carne a la brasa. Abrigos, lumbre y, por supuesto, tardes de paseos reposados y conversaciones ligeras.
Haré lo posible por documentar gráficamente  las capturas, pues, como de tiempos trotones no puedo fardar, habrá que presumir de otras cosas, aparte de hijo, por supuesto.  Tengo dudas de si enseñar el producto en bruto o ya elaborado, pero ya me lo iré pensando. Probablemente mezclaré, y así todos contentos.
Y si lo que queréis es la receta, habrá que hablar con la costilla. Intentadlo. Lo mismo hay suerte.

jueves, 24 de octubre de 2013

Rojo

Detalles. Eso es de lo único que te tiene que preocupar. Detalles.
 
La cantinela que resuena en la cabeza del sargento Martinez es siempre la misma. De lo contrario se expone a engrosar la lista de guardias civiles que habían tenido que salir a tomar un poco el aire, incapaces de aguantar incólumes todo aquello que estaban mirando, por supuesto desde detrás de las cintas que delimitan el área del suceso, mientras esperaban la llegada de la científica.
Esto es demasiado. Tercer crimen en lo que va de semana. Ni disimulado, ni elaborado. Brutal. Simplemente brutal. El mismo modus operandi. Los mismos resultados.
Primero: Sierra de Gredos. A cinco Kilómetros desde donde ahora mismo se encuentran. Un lugareño, caminando por una roza, percibe algo extraño en un zarzal algo retirado del camino. Un matiz, un cambio de color en el paisaje. Intrigado, se dirige hacia allá. Hubiese deseado no hacerlo.
A medida que se acerca, nota un olor familiar. Al fin y al cabo, es cazador, como casi todos los vecinos de la comarca. Sangre. ¿Un ciervo? Huele bastante, o sea que tiene que ser un animal grande. Los furtivos en la zona son un problema. No es época de caza. Sin embargo, lo que le enerva no es el mero hecho de la muerte del animal, sino el desperdicio de carne que supone. Si lo matas, llévatelo. De lo contrario es un crimen– Piensa.
 
Y, efectivamente, con eso se encuentra. Un crimen. Pero no del tipo que se había imaginado. Era un animal grande, sí, pero de dos patas, y con nombre propio. Damián Uncilla. Su vecino. O eso le confirman después. En ese momento, y después de haberlo observado atentamente (en su honor hay que decir que es el único hasta el momento junto con el propio Martinez que no tuvo que alejarse precipitadamente de la escena del crimen para vomitar), lo único que saca en claro es que era un hombre, o lo que queda de él. Cara prácticamente inexistente, trozos de carne arrancados del hueso, cuello colgando de una fina tira de nervio, con la columna vertebral totalmente seccionada. Sangre. Negra. Ya coagulada.
Hubo que identificarle gracias a la documentación que encontraron a unos tres metros de su cuerpo, y aún podía escuchar los gritos de horror de su familia a la hora de identificarlo.
Hacía dos días.
El segundo apareció hace menos de veinticuatro horas, en la batida que se organizó a partir del descubrimiento del primer cuerpo, que acababan de reanudar ahora mismo, con las primeras luces de la mañana. Mismo escenario. Un sotobosque umbrío, con abundancia de encina y roble. Espeso por la maleza. Sombrío. El cuerpo aún más destrozado que el primero. Huesos quebrados, reducidos a pulpa. Pendiente de confirmar la identificación, pero todo apunta hacia un pastor de un pueblo cercano, del que se denunció la desaparición hace un par de semanas. Roque San Juan se llamaba. Recio, como todas las gentes de esta tierra. Fuerte como un mulo. Y totalmente desmembrado. Marcas en todos los huesos del cuerpo, por lo menos en todos aquellos que no estaban totalmente quebrados. No todo el destrozo se debía a los atacantes. Cada vez que cierra los ojos, puede ver a los buitres, con trozos de carne colgando de sus picos y los ojos encendidos, violentos. Protestando, porque les alejan de su comida. Sangre. De nuevo sangre.
Y ahora esto. Parece el más reciente de los tres, se dijo Martinez. De hecho, debió de salir del pueblo justo antes de que se emitiera el aviso, tres horas después de que se verificara lo sucedido con el primer cadáver. Tres malditas horas tarde.
No les había dado tiempo a terminar la faena – pensó- lo cual hacía si cabe más desagradable la tarea.  A pesar de lo reciente del hallazgo, ya se había podido identificar el cuerpo. Pablo Ramírez Crespo. 37 años, natural de Zapardiel, otro pueblo de los alrededores. Había salido a entrenar. Estaba haciendo trail por los alrededores del pueblo cuando ocurrió. Mala suerte.  Cuello desgarrado, prácticamente toda la masa muscular de la pierna derecha colgando de la rodilla. Iba corriendo. Ni siquiera tuvo una oportunidad de escapar. Sangre. Mucha más sangre.
A lo lejos, se escucha un tiro. Otro. Pronto pierde la cuenta.
Martinez levanta la cabeza y suspira, aliviado. Su trabajo ha terminado. Sí, queda papeleo, pero ya se puede relajar. Esta escena no se volverá a repetir. Por lo menos con los mismos protagonistas. Se estremece y regresa hacia el todo terreno, dejando al cargo de la escena a su compañero.
Eran doce. Lo averigua por la tarde, en la comandancia. Hubo que movilizar a cinco jaurías, y prácticamente todos los cazadores de la zona. Doce mastines, muertos de hambre tras haber pasado una semana sin comida ni agua, encerrados en una parcela. Se tiraron contra la valla. La reventaron.
No es de extrañar, comprobó al verlos. El más pequeño pesaría alrededor de los cuarenta kilos.
Fueron hacia la presa más fácil que encontraron. Y dio la mala suerte de que fue Roque. Estaba al lado de su cerca, apacentando el rebaño, cuando sucedió. No pudo ni levantar el bastón. El resto es historia.
Vamos – dice –
Sabe que es inútil, que en un par de días estará en la calle. Al fin y al cabo estaban en un recinto vallado.  Pero siente como hierve de cólera. Sabe quién es el verdadero criminal, y también sabe que quedará impune.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Y llegaron las lluvias


Sí, amigos. Ya están aquí. Toca mirar por la ventana antes de salir, para “ver que me pongo”. Y ni siquiera es por ir guapo, sino por evitar una congestión. Total, si después de entrenar nos duchamos, ¿no? Pues mira, dos pájaros de un tiro. Y además lavamos las zapatillas, que buena falta las hace.

Pero no. Tú llegas a casa con barro hasta las pestañas, y de las zapatillas mejor ni hablamos.  El chubasquero quita, pero mira que es desagradable el tema de la lluvia. Podía parar un rato, lo justo para no mojarme esa hora que salgo, pero no. Parece que lo hace adrede. Según se acerca la hora, con más saña cae. A tal punto que se empiezan a tambalear tus convicciones. Con lo caliente que estoy yo en casa.

Como siga lloviendo así, vamos a tener que dejarlo. Que el parque se embarra, y parece una pista de patinaje. No es plan de hacer una sesión de priocepción improvisada, vamos, digo yo. Bah, seguro que no es para tanto. Si total, no lleva ni tres horitas cayendo, y el parque drena bastante.

Que no, hoy salgo. Para algo me han regalado el cortavientos ese tan chulo y con tanta tecnología que me pienso poner, amarillo flúor para que se vea bien. (Y tan bien… el otro día un hijo de un vecino me confundió con la policía…)

Nada, nada, ahora mismo me pongo las mallas (si me valen, que han estado todo el verano en el armario), y al parque. Además, como para dejarlo. Mejor que llamen los demás diciendo que no les apetece, que luego hay choteo. Si estos salen, tú también.

Y ahí nos tienes, cinco padres de familia de vez en cuando respetables, vestidos como los pitufos fosforescentes, yendo al parque mientras jarrea agua como si no hubiese mañana.  Y si te fijas en nuestras caras, encima vamos sonriendo.

martes, 22 de octubre de 2013

Toca correr...


Ja, ja, ja…Hoy toca trotar.
Debo ser bipolar, releyendo lo que escribí la semana pasada.
El otro día solamente quería que pasara la hora de correr, hoy como que lo necesito. Tengo ganas de dar unas vueltas por el parque. ¿Será que estoy empezando a disfrutar con esto?

Vale. Este viernes no pudimos salir, lo que hace que la semana anterior se saldara con únicamente dos salidas. Pero es que cada vez lo echo más en falta. Empiezo a recuperar las sensaciones de antes de las vacaciones. Con ganas de incrementar distancia y rebajar tiempos.
No sé, es como si necesitara esos momentos de esfuerzo para centrarme otra vez. Debe ser el exceso de nervios, ¿no?

Además, se acerca una carrerita, con los nervios que ello apareja. Madrid-Atleti, o “Sanitas marca running series Madrid”. Y eso que no me gusta el futbol. ¿Voy de árbitro?

La verdad es que me sienta mal dar publicidad a cualquiera de los dos, bastante tienen ya de por sí. Todo sea por ir con los del club.
¿Tenéis ganas de salir a correr?

lunes, 21 de octubre de 2013

Cambio de temporada



La diferencia entre invierno y verano, en esto del running (correr, para los amigos) por lo menos para mí, es muy sencilla: no tiene que ver con la ropa que llevamos, que también, sino con la fauna que puebla el parque a las horas que corremos, en mi caso a eso de las nueve de la noche. 
En invierno ves a cuatro gatos, vestidos de fosforito, que se dedican a volar bajo por el parque…y luego a nosotros. En verano es un gusto. Eres un corredor (o simulacro de) incrustado entre gente en plena operación verano, pasadita de kilos y necesitada de entrenamiento, a la que…das sopas con ondas.
Claro, de tanto dar vueltas por el parque como si fueras un mulo de noria, se te van quedando caras. Conoces a los habituales, y te llaman la atención las caras nuevas. Al fin y al cabo, no somos tantos en el Tierno Galván, que es donde entrenamos, si fuese en el retiro sería otra cosa.
Y yo me pregunto ¿dónde se esconde toda la gente del verano? ¿Hibernan? Por falta de equipamiento no será, les he visto correr en pleno Agosto… ¡con cortavientos! Alguien debería decirles que el sudor es agua, que lo de abrigarse es malo…y ahora que van a tener ocasión de utilizarlo con razón, van  y desaparecen.
La verdad es que están los dos extremos. El inspector gadget y el espartano. Aquel que tiene todo el repertorio de ropa y cacharritos último modelo (Año tras año, oye…Si no lo gastan en invierno, ¿Qué hacen con ello temporada tras temporada?¿Lo usan para ir al Carrefour?) y aquellos que salen con las alpargatas y la camiseta rota. Curiosamente, tengo observado que tienes más papeletas de persistir en esto del running si eres del segundo grupo que del primero, o quizá sea que me siento más identificado con este, no sé.
El caso es que un buen día observas a alpargatoman con calzado nuevo, y piensas…Bienvenido al club.
Ojo, no me meto con ellos, que hasta hace nada era yo el que me encontraba en su situación. Simplemente me da gusto, esto de sentirme veloz, aunque sea en comparativa. Probablemente si siguen un par de meses me pillen, y en cuatro ni les vea, pero mientras tanto disfruto…
Pero ahora, “Winter´s coming”. Toca sufrir.


viernes, 18 de octubre de 2013

Los puñeteros ritmos

Abundando en la última entrada. ¿Qué más te dará a tí correr a 6 min/km, a 7 o a 10, si de todos modos no vas a ganar la carrera?.
 
Pues no. Hay que mejorar. aunque a todo el mundo le de igual si vas dos segundos sobre o bajo tu mejor tiempo (cosa que es así, mentalízate), lo malo es que a tí no. Igual que no te sirve eso de llegar segundo (o quinto). Si por ti fuera, irías esprintando todo el camino. Y lo que es peor, contándoselo a todos aquellos a los que les importa un carajo.
 
Y eso los días normales. Deberían prohibirte ver atletismo las tres horas antes de salir a entrenar. ¿Quién te crees que eres? ¿Mo Farah?
 
En fin, supongo que es señal de que te gusta. Si te importase una higa probablemente lo hubieses dejado ya.
 
Si lo malo no es marcar un día tu record. Lo peor del asunto es que al siguiente quieres lo quieres repetir. Es lo malo de competir contra uno mismo. Al fin y al cabo cuando compites con los demás puede que tengan un momento malo. Si lo haces contra tí, siempre estarás luchando contra tu mejor versión. Al final va a ser buena cosa esto de ser malo, así tienes margen de mejora.
 
Por cierto, el lunes casi 12 a 5:30...MMP

jueves, 17 de octubre de 2013

Entrenando

Pues nada, llegas a casa a eso de las ocho, después de pasarte el día pateando Madrid, y te tumbas en el sofá. En ese momento pasa una tromba de dos años pisándote por todos los lados sensibles de tu cuerpo, diciendo que quiere jugar contigo. Adiós sofá (y tú encantado).
Pero es que, para colmo de males, hoy es lunes. Bueno, ya llegará el viernes, me dirás. No, no, si ese no es el problema. Hoy es día de correr. Has quedado con los socios, y, después de estarles todo el día abrasándoles a mensajitos, no es plan de rilarse, por mucho que te apetezca quedarte tranquilo en tu rincón.
Hala, vístete.  Ya sabes que la pereza se va en cuanto empiezas a patearte el parque. Total, para ver Bob Esponja, casi mejor sudas un rato, ¿no? A ver si hoy eres capaz de aguantarles una vuelta más el ritmo. Así, al principio de la carrera no parece tan difícil. Si no fuese porque los muy mamones van in crescendo…yo creo que lo hacen por joder. Te ven la cara, observan cómo vas tirando, en la esperanza de dejarles hoy atrás, y cuando te ven madurito empiezan ellos a tensar la soga. ¡Si cuando tú esprintas ellos se ríen! Cabrones…
Total, te pones el pulsómetro, el reloj, los cascos, y sales a correr. ¡Coño! Las zapatillas!. Si es que algo se te tiene que olvidar siempre, que pareces robocop. ¿Pues no era que lo del correr era sencillo?
Venga, ¿estamos todos? ¿Si? Pues hala, vamos a empezar. Un ratejo de calentamiento (Para ellos, tú vas sudando ya), y a lanzarse a dar vueltas.
- Pero si no puedes ir deprisa, ¿Por qué te pones delante a tirar?
-Nos ha jodido, porque si no, los otros aceleran más. Esto es pura estrategia, tío.
El caso es que llevas cinco kilómetros y empiezas a hacer la goma. Menos mal que es un deporte no competitivo. Lástima que seas incapaz de tomártelo así, tienes que ganar (o intentarlo) hasta jugando a las chapas. Deformación profesional.
- Venga, hombre, que aún queda la mitad
-Ya, pero es que…
-Ni es que ni esco ... corre.

Y así, a duras penas llegas al portal. Cansado, pero contento. Otro día más en la brecha. Entras en casa, te duchas, y, cuando te metes en la cama, escuchas
-Papá, quiero un cuento
-Voy, hijo, voy….

miércoles, 16 de octubre de 2013

Las carreritas


Pero si yo solo entreno porque me apetece sudar un ratillo. Qué necesidad tendré yo de irme a sufrir a una carrera, total para acabar entre los 20.000 últimos. ¡Y encima en fin de año!
Pero al año siguiente vuelves. Y al otro.
Si no has empezado aún, estás a tiempo, no lo hagas. Es contagioso. Aunque, francamente, si llevas un tiempo corriendo, dudo mucho que te libres de esto. No me preguntes la razón, pero es poco menos que necesario. Y lo malo es que los últimos tres (cinco, siete, diez) Kilómetros vas a estás acordándote de toda tu familia sin que los pobres tengan ninguna culpa. Al revés, seguro que alguno habrá tratado de disuadirte en más de una ocasión.
Que te sirva esto como consuelo. A muchos nos pasa igual. Que sí, que la camiseta es chula (algunas). Ya me lo dirás cuando no sepas que hacer con ellas. Que si la gente con la que entrenas va a correrla. Hienas. Te van a dejar atrás en cuanto puedan, o tú a ellos. No te engañes. El ambiente mola, si, y correr por el centro de tu ciudad es algo muy especial, si eres capaz de procesar sensaciones echando el bofe por la calle. Pero hay algo más.
Ves a una multitud de gente haciendo lo mismo que tú. A unas cuarenta mil almas corriendo por las calles de tu ciudad (si hablamos de la San Silvestre Vallecana).A ver si resulta que no eres tan bicho raro...

martes, 15 de octubre de 2013

Equipamiento (y van tres)

Que, ¿solucionaste el penoso problema de tus ingles? Me alegro. ¿Cómo?? ¿Que te escuecen las tetillas? ¿Que llegas a casa con la camiseta de J&B igualito que si te hubiesen tirado un balde de agua en medio del parque?.
Normal. Tendrías que haber escuchado a tu parienta cuando te dijo que no salieses así a la calle. Vale, que ella lo decía porque ibas haciendo el ridículo, pero en el fondo tenía razón, aunque por otros motivos.
El algodón empapa. Pesa. Y sobre todo no evacua. Pero qué necesidad tienes de ir sufriendo, cuando además seguro que tienes camisetas aunque sea un poco más adecuadas para esto del correteo. Y si no, cómprate una, que es algo asequible dentro de este mundillo (eso sí, dependiendo de marcas). Y si no, apúntate a una carrera, que seguro que te regalan alguna. Vale, que cuando tenías quince años corrías y no hacían falta tantas zarandajas. Pero es que ya no los tienes. Asúmelo, andas mayor ya, mentalizate.
 Mientras tanto, otra vez te remito al maravilloso mundo de la vaselina en los pezones. ¿Qué mancha la camiseta nueva? Sí, pero la sangre también. Y si no, al tiempo…

lunes, 14 de octubre de 2013

Equipamiento (2)

Jo, qué bien, eh? Las zapas nuevas hacen que ya no te duelan las rodillas (y . además, mira que son chulas). Eso sí, vas igual de lento que antes, pero nadie te dijo que tuvieran ruedas y cohetes, no? Al fin y al cabo no vamos a ganar los 10.000 en Río, ni siquiera a quedar segundos en la Sansil, o sea que…

Bueno, hoy hemos salido con los neumáticos nuevos, y aprovechando que hacía bueno, y que ya no te duele todo, prolongaste la sesión de trote cochinero de 15 a 35 minutos. Muy cansado, pero contento, llegas a casa y empiezas a analizar ciertas consecuencias:

-Pantalones:

Curioso. Todo el mundo se vuelve a mirarte. Va a ser que sigues igual de feo, no te creas. Es que no es muy habitual ver a un españolito andando como si fuese vaquero. ¿Tienes unas rozaduras del tamaño de Arkansas en tus (poco) fibrosas piernas? A ver si va a ser que el pantalón de basket con huevera del instituto no te va muy bien….

Esto ya no es vital. No te vas a romper por llevar un pantalón (o mallas, que corte…) que no sea específico para esto del running, pero chic@, tampoco está de más lo de ir cómodo, no?

Además, quizá no es problema de los pantalones, sino de tus sobredimensionados muslos. Ante esto, dos soluciones. Mallitas (si te acomplejan, ponte pantalones por encima) o descubrir un uso de la vaselina que no tenga que ver con los labios cortados del invierno. Nota: hay botes  grandes, lo irás descubriendo por tu cuenta. O la tercera vía: las dos cosas a la vez.

Otra vez hay soluciones de todo tipo: para el frío (mallas largas, cortas, piratas-Oig..-) para el calor (pantalones, mallas). Depende de tus gustos.  Hasta pantalones con malla interior, que son los que últimamente gasta un servidor en verano. Y con bolsillito para la música y las llaves, que a algunos nos viene muy bien.

Vaya, ya vamos intuyendo que esto del correr no es tan barato como lo pintaban (o, en todo caso, es tan barato como uno quiera, como todo).

Por cierto, y para el próximo día…El mismo día que te miraste los muslitos no notaste algo un poco mas arriba? ¿Quizá a la altura de tus tetillas y sobacos? Hablamos

viernes, 11 de octubre de 2013

Equipamiento (1)

Correr….. es barato, ¿no es así? Y fácil, o por lo menos sencillo de practicar. Al fin y al cabo, todos salimos sabiéndolo hacer mejor o peor de fábrica. Te pones unas zapas (las que tenías en el armario muertas del asco porque, según tu mujer, -¿no te irás a poner eso, verdad?- , el pantalón corto de tomar el aperitivo en verano y la camiseta de “Jamones Lázaro” que no sabías que hacer con ella, y listo, p’al parque.
Pues no. O por lo menos, no del todo. Para empezar a darle, probar un día y ver si te gusta (o no te horroriza lo suficiente para dejarlo) vale, pero una vez metido en harina empiezas a ver que…como que no. Por partes.
-Zapatillas:
De todas las chorradas que aquí escribo probablemente sea la única en la que me considero capacitado para daros un consejo: no vale cualquiera. Ya te darás cuenta, ya. Tu vuelves de correr (o de hacer running, si eres muy cool, aunque lo dudo, si has salido con la pinta que arriba describo) y empiezas a notar cosas: te duelen músculos que antes no conocías, vuelves maldiciendo al primer ser humano que se le ocurrió esto de andar muy deprisa, (que es lo que has hecho, no te engañes) tienes cansadas hasta las pestañas… Todo esto es lo normal, para qué engañarnos.

¿a que molan?
Pero es que aparte de esto tienes un dolorcillo en tus rodillas, tobillos, cadera… que ya no te parece tan normal, y que va a mas con el paso de los días de entrenamiento. Entonces, o dejas de correr (a este mundo no hemos venido a sufrir, piensas), o te lesionas, o empiezas a mirar con recelo a tus viejas zapatillas.
Las das vueltas y vueltas, y sacas un par de conclusiones:
-La parte de arriba de cuero…es durita, no?
-esto de que la parte de debajo de la suela me la haya comido por un lado, ¿es normal?
-Jodo, así tengo esta ampolla en el pie… ¡si se me ha desgastado la plantilla del todo por un lado!
No te asustes, es un proceso por el que hemos pasado casi todos. Te estás dando cuenta de que lo que necesitas para ir andando al bar no es precisamente lo mismo que te hace falta para correr una (media, un cuarto de) hora. Enhorabuena, bienvenido al club. Ahora vuelta a la disyuntiva: ¿lo dejamos, o me compro unas zapas adecuadas?
-Pos mire…yo es que quiero unas zapatillas para correr
(En ese momento, el dependiente de la tienda, que se da un aire a Chema Martinez (Ya irás sabiendo quien es, de momento no te preocupes y sigue leyendo), te mira de arriba abajo, deteniéndose un poquito en la camiseta de White Label que llevas puesta, y te suelta…
-ya. ¿Cuánto corres? ¿Pronador? ¿Peso? ¿Competición o entrenamiento?
-¿Lo cualo?
(Suspiro) – vaya por Dios, otro…- Nada, nada, empecemos por partes.
Pues eso, todo esto te lo van a preguntar en un momento dado, y, aunque te parezca mentira, necesitarías saberlo. Al fin y al cabo, casi todo es algo sencillo, salvo la palabrota esa de “Pronador”. Tú dile lo demás, y seguro que si es una tienda medianamente decente, te podrás hacer con un buen par de alas que te sirvan, por lo menos hasta que entres un poco en este mundillo.
Un consejillo. Gástate el dinero. Si otras cosas son accesorias, esta no. Hay zapas muy buenas en casi todas las marcas, y están diseñadas para esto. Hay incluso alguna que es relativamente barata. Merece la pena, hombre, no me seas gañan. Póntelas en la tienda, mira si te son cómodas, y no te las compres justas de talla.
Hay zapas para gordos y para delgados, para pronadores y supinadores (no es una perversión sexual, es un tipo de pisada al correr), más amortiguadas y menos.
Hay un montón de foros especializados, como por ejemplo http://www.foroatletismo.com/,http://www.elatleta.com/, donde hay gente muy amable que soluciona todas las dudas que tengas. Empápate, si tienes tiempo. Es interesante.
Y luego prueba. Se nota, eh?
Si la respuesta es pasar por caja, tienes unas cuantas opciones: ir a una tienda o informarte un poquito antes. Yo te diría que, ya que te vas a tener que dejar los dinerillos, por lo menos vete a una tienda especializada, donde alguien te sepa informar. Y aquí viene el lio…
 -Buenas
 
-Buenas
-¿En qué puedo ayudarle?
-Pos mire…yo es que quiero unas zapatillas para correr
(En ese momento, el dependiente de la tienda, que se da un aire a Chema Martinez (Ya irás sabiendo quien es, de momento no te preocupes y sigue leyendo), te mira de arriba abajo, deteniéndose un poquito en la camiseta de White Label que llevas puesta, y te suelta…
-ya. ¿Cuánto corres? ¿Pronador? ¿Peso? ¿Competición o entrenamiento?
-¿Lo cualo?
(Suspiro) – vaya por Dios, otro…- Nada, nada, empecemos por partes.
Pues eso, todo esto te lo van a preguntar en un momento dado, y, aunque te parezca mentira, necesitarías saberlo. Al fin y al cabo, casi todo es algo sencillo, salvo la palabrota esa de “Pronador”.  Tú dile lo demás, y seguro que si es una tienda medianamente decente, te podrás hacer con un buen par de alas que te sirvan, por lo menos hasta que entres un poco en este mundillo.
Un consejillo. Gástate el dinero. Si otras cosas son accesorias, esta no. Hay zapas muy buenas en casi todas las marcas, y están diseñadas para esto. Hay incluso alguna que es relativamente barata. Merece la pena, hombre, no me seas gañan.  Póntelas en la tienda, mira si te son cómodas, y no te las compres justas de talla.
Hay zapas para gordos y para delgados, para pronadores y supinadores (no es una perversión sexual, es un tipo de pisada al correr), más amortiguadas y menos.
Hay un montón de foros especializados, como por ejemplo http://www.foroatletismo.com/, http://www.elatleta.com/, donde hay gente muy amable que soluciona todas las dudas que tengas. Empápate, si tienes tiempo. Es interesante.
Y luego prueba. Se nota, eh?

jueves, 10 de octubre de 2013

Los veinte kilitos


Bueno, como anticipé en el mensaje inaugural, el hecho de ponerme a runnear no era tanto como por que me encantase esto de irme arrastrando por esos parques de Dios, sino a la necesidad de calzar una talla de ropa más adecuada a una persona que a una morsa. Sumad esto a la conjunción de varios planetas, en forma de vecinos de urbanización, y a las restricciones impuestas por la Gestapo en forma de mujer, y tenéis la ecuación casi completa.

No os engañéis, correr solamente no funciona (o no tanto). Eso sí, al llegar a casa reventado no tienes hambre, lo cual ayuda.

Pues eso, un buen día nos juntamos varios sufridos padres a la puerta de la urbanización y descubrimos (esto de los niños da mucho tiempo para hablar) que a todos nos apetecía dar unas vueltas para desbravarnos un poquito. Empezamos con tiento, por mor de las lesiones, pero al poco estábamos ya corriendo cerca de 30 kilómetros a la semana, y ahí seguimos. No sé los demás, pero yo estaba convencido de que era flor de un día, que tarde o temprano (más temprano que tarde) diríamos adiós a nuestro recién estrenado propósito de año nuevo (la conversación surgió en Diciembre y empezamos con lo serio en Enero), pero no, seguimos ahí y, lo que es más, incrementando el número de vecinos con el vicio.

En el proceso, unos 850 kilómetros acumulados, y 20.000 gramos de peso muerto…. Y varios amigos por el camino. ¿Compensa?

miércoles, 9 de octubre de 2013

Para que no nos llevemos a engaños:


No soy (ni lo seré nunca) un corredor de esos que van en las primeras posiciones de casi cualquier prueba, sino todo lo contrario. Si esperas consejos de entrenamiento, de equipación,… mejor vete a algún otro blog, que los hay muy buenos. Si os interesa mi opinión ya iré dando nombres. Soy un paquete del montón, que no lleva corriendo ni un año, y que lo hace a ritmos que sonrojarían a cualquiera que tuviese más sentido del ridículo que yo. Por si fuera poco, estamos en la cuarentena cumplida, con lo cual creo que para Rio no me alcanza. Intentaré la puesta a punto para Japón, pero lo veo un poco complicado.
Empecé como muchos de los practicantes, con el fin de perder algo de masa (en mi caso bastante, que van ya 20 kilitos), y coger un poco de forma, pues, aunque siempre he hecho deporte, de un tiempo a esta parte lo había abandonado un tanto por falta de…todo. Ni tiempo, ni ganas, ni moral, que uno acababa de ser padre, y eso desgasta mucho.
Lo dicho, después de aterrizar en el fabuloso mundo de los pañales, decidí que o hacía algo o explotaba (literalmente), y como está mal visto pagarlo con el crío, pues me puse a correr, y aquí estoy, rodando despacito, pero sin pausa, y con ganas de continuar haciendo algo que he descubierto que, de momento, me atrae bastante.
Y aquí estamos, ni un año corriendo y ya con blog…  

¡Bienvenid@!



No sé si habrás entrado aquí por error, o si huirás espantad@ al comprobar la sarta de memeces que se pueden escribir acerca de temas tan distintos. En todo caso, y ya que lo has hecho, déjame intentar contarte un poco de qué va esto.
Lo único que intento es ir plasmando (tampoco garantizo la continuidad, mal empezamos) aquello que se me va ocurriendo al cabo del día acerca de temas que me interesan y que espero te interesen a ti, principalmente acerca del tema del blog, pero todo se andará.
Bueno, sin más me suelto, ya me iréis contando. Y, por favor, no seáis demasiado hirientes, que uno está empezando.
Un abrazo